Cansado

Cansado y hastiado.

Estoy cansado del marketing y de tener que soportar todo el día avisos por todas partes y boludos tratando de venderte cosas y servicios.

Estoy cansado de ir a trabajar para mantener un nivel de vida alto y del que no puedo salirme ya que otros dependen de mí y hacerlo sería ser un mala persona.

Estoy cansado de vivir en un mundo donde todo se supone que tiene un valor monetario y si alguien vende pornografía, mierda o droga está bien porque lo pide el mercado.

Estoy cansado de pelotudos pregonando el capitalismo y el liberalismo como si fuera la panacea, cuando lo único para lo que sirven esas ideas es para que haya unos pocos millonarios dueños de empresas millonarias y millones de empleados esclavizados tratando de llegar a millonarios sin saber que nunca lo conseguirán.

Y estoy cansado de los izquierdistas que sólo buscan enriquecerse en algún cargo político y usan esas ideas y las venden como cualquier otra mercancía para comprarse un buen BMW o vivir en París u otra ciudad que les permita reunirse a charlar sobre las «alternativas al capitalismo» mientras toman un rico «cafe au lait».

Estoy cansado de un mundo manejado por unos pocos que acumulan cada vez más a costa de los mas necesitados que están tan estupidizados que ya no se dan cuenta que los roban.

Estoy cansado de vivir en un mundo donde los sentimientos, el respeto y el hacer por los otros está totalmente desvalorizado y a nadie le importa y sólo sirve para mostrarlo en películas que todo el mundo ve estupidizado.

Estoy cansado de Netflix, Hulu y toda esa mierda de películas que solo adormecen a los ejércitos de boludos que trabajan todo el día y no tienen más energía que para sentarse a ver esas boludeces que se renuevan constantemente.

Estoy cansado de las religiones que solo pregonan creer en dioses inventados para supuestamente tener una vida mejor más allá de la muerte que simplemente es la nada.

Estoy cansado de que los poderes económicos, militares, judiciales y legislativos sólo sirvan para mantener un status quo de dominación sobre esas masas empobrecidas y abusadas para seguridad de esos pocos dueños de todo.

Estoy cansado de ser un engranaje más de esa maquinaria a la que no pertenezco por no tener la hijaputez de un Trump o de un Epstein, o no tener una habilidad como Messi o Ronaldo o por no haber nacido hijo de algún millonario.

Estoy cansado de estar bombardeado por fotos, videos y pavadas de tantos estúpidos famosos que viven de la boludez de la gente.

Estoy cansado de Tiktok y de todas las putas aplicaciones de Tinder y tantas otras que solo sirven para que se junten boludos aburridos con sus aburridas vidas y aburridos trabajos, con la sola esperanza de tomarse un vino o drogarse o tener algún orgasmo.

Estoy cansado de los que dicen que lo importante es la familia aunque millones vivan en el hambre y la marginación.

Estoy cansado de los pobres que se ensucian para poder ganar un peso y salir de pobres, pagados por sucios adinerados que los usan.

Estoy cansado de los que hablan de democracia y critican a Venezuela o Cuba cuando el país más poderoso solo tiene elecciones con dos partidos que son iguales y solo persiguen la dominación del mundo y si tienen que invadir y matar no se hacen ningúnproblema.

Estoy cansado de la falsedad y la hipocresia de los intelectuales, los profesores y artistas que en realidad solo persiguen el dinero y el status social.

Estoy cansado de infinitos videos que muestran violencia o muerte de todo tipo para consumo de esas masas empobrecidas sedientas de morbo para conformarse con sus pequeñas vidas ya que «hay otros que están peor».

Estoy cansado de las cárceles llenas de pobre gente marginada, condenada y torturada por haber roto las reglas de la convivencia de los «civilizados».

Estoy cansado de un mundo sin esperanza, con jóvenes solo preocupados por salir en un video, tener seguidores o ser «influencers» como gran mérito.

Estoy cansado de pelotudos paseando perros, gatos, loros o cualquier tipo de animal para satisfacer quien sabe qué estúpida soledad o falta de cariño.

Estoy cansado del dinero, de comprar y vender y de tener que ahorrar para comprarme un buen cajón después de haber sido un jubilado responsable.

Estoy cansado de esta vida y de la que viene y de que aquellos que quieren algo distinto sean tres o cuatro en cientos de millones.

Estar cansado tal vez sea mejor que suicidarse, quién sabe.

Nuevos aires

Hacia noviembre, los aires van cambiando. La vida fluye siempre, aunque a veces nos parezcan eternos los momentos que vivimos y a veces nos parezcan fugaces. Vivimos a pleno tal vez unas horas, porque la oportunidad se da y otras horas pasan y pasan y no dejan nada en nuestras vidas.

La eterna contradiccion del tiempo y la vida. Ayer murio alguien importante, notable tal vez; y se llevo consigo toda una vida importante y notable. Y nos preguntamos: para que? Ayer murio alguien ignoto tal vez; y se llevo consigo su ignota vida y la misma pregunta nos hacemos.

Y nuestra vida? que hacemos con ella? La pregunta tal vez es facil de contestar a los 25 años. Sera tal vez porque ya pase los 60 y aquella furia y energia que me empujaba a intentar cambiar el mundo, aprender cosas, ganar dinero, hacer una familia, cumplir mis sueños, etc., se ha ido apagando, que me cuesta encontrar la respuesta?

Será que, aunque sé (o supongo) que todavía me quedan muchos años por vivir, siento que debería hacer algo importante o notable ya que de aquellos sueños alcancé algunos y otros no pero sea como sea, el mismo plan ya no sirve? O será que tantas cosas han cambiado en mi vida que siento que realmente he perdido la brújula?

Sea como sea, el instinto de supervivencia siempre actúa y me ha permitido sobrevivir la pandemia y seguir vivo, sin enfermedades notables o peligrosas pero necesito urgentemente encontrar esa brújula perdida ya que hasta ahora sólo sigo viviendo, como en piloto automático.

Y allí hay todo un mundo lleno de injusticia, frivolidad, muerte, egoísmo, pobreza, falta de amor, abuso, tiranías, publicidad y tantas otras nuevas calamidades. Y algo tengo que hacer, aunque luego mi vida se vaya, algún día, notable o no y yo me lleve todo eso conmigo.

Respiro los frescos aires de noviembre, salgo a correr, camino, siento mi cuerpo y trato de encontrar esa brújula perdida entre los arbustos del bosque todavía húmedo con la lluvia de anoche.

La casa

Se sentó en la esquina donde había una heladería. La casa quedaba a mitad de cuadra. Se había comprado un helado de crema y chocolate como los que solía comprar cuando era chico y vivía ahí. En la calle San Miguel de Las Heras. El sol daba sobre la casa de la misma manera que daba hacía unos 40 años, la última vez que estuvo aquí. La casa se veía igual, seguramente le habían hecho algunas mejoras, pero no le habían cambiado ni el color del frente.

La casa de su niñez se veía pequeña, más de lo que recordaba. Es cierto que cuando uno es niño todo se ve mas grande de lo que realmente es. Miles de pensamientos y recuerdos se cruzaban en su cabeza. Ahora la calle estaba asfaltada y las casas vecinas se veían casi iguales. La casa estuvo ahí y probablemente estaría ahí por quién sabe cuánto más tiempo.

Lo más extraño de todo es que hoy, después de mas de 40 años, él seguía soñando con esa casa y esa calle. Porqué sus sueños volvían sobre esa casa que había dejado cuando tenía 10 años? Será que los sueños se relacionan con la niñez y la niñez nos determina?

En ese momento era difícil distinguir realidad de sueño. A ese lugar no volvía desde cuatro décadas atrás y soñaba casi cada noche con esa casa. En ese momento era realidad o era sueño? Es más, qué es mas fuerte, la realidad o el sueño y la fantasía? En un rato se iría, ya caía la tarde y al terminar su helado llegaba la penumbra en la calle todavía sin mucha luces como en ese pasado remoto.

En un rato se fué, caminó, se dió vuelta y miró por última vez la casa, la cuadra, los pocos árboles pero no era una despedida. Sabía que esa noche iba a volver a ver la casa, las calles y aquellos que estuvieron con él en ese barrio de su niñez.

Miedo

Descubrí, teniendo mas de 60 años, que la violencia que ejerció mi padre sobre mí, tal vez me llenó de miedos. Porqué lo descubrí ahora? Porque siempre pensé que el empuje que tuve siempre para salir de pobre, estudiar, viajar, completar tantos estudios dentro y fuera de mi país natal, tener logros intelectuales, casarme, tener hijos y trabajar en la política alguna vez y dejar trabajos que me exigían corromperme me hacían una persona fuerte.

Pero ahora, charlando con sicólogos y siquiatras, luego de vivir momentos terribles en mi vida familiar y, tal vez por alguna razón que desconozco, los miedos comienzan a hacerse sentir. Miedo a los malos, miedo al futuro o miedo a las enfermedades. El miedo siempre estuvo, escondido, reprimido detrás de decisiones que parecían temerarias pero en realidad eran temerosamente racionales. La aventura de los desconocido, tirarse a una pileta, salir del país, enfrentar a un violento, arriesgarse, eran la total demostración del miedo existente. Formar un mantener una familia o trabajar era miedo a sufrir o quedar en la calle. Estudiar, buscar un trabajo o salir del país huyendo del desastre argentino, era el miedo a la pobreza.

Y ahora, solo y trabajando para que no se desmorone el futuro, sigo ahí, tomado por el miedo. No será hora de largar todo y enfrentar la vida sin nada más que lo puesto?

Estúpidamente

Estúpidamente, cometo los mismos errores. Sigo creyendo en la gente y sigo siendo optimista y suponiendo que los malvados recibirán su castigo y que los buenos recibirán su recompensa. Pero cada día veo que estoy equivocado, que los malvados, egoístas, mentirosos, inescrupulosos, cobardes y deseosos de dinero y fama llegan a dominar a los otros, los generosos, honestos, valientes y desinteresados por las cosas materiales.

Es algo natural obviamente. El león come al venado y el tiburón se come a la mojarrita. En ese mundo vivimos, a pesar de lo que diga el Papa o los monjes Zen, o aquellos que solo adormecen multitudes para que el sistema siga funcionando.

Estúpidamente sigo creyendo que tal vez me equivoque y que el bien triunfará, pero es solo una ilusión. Lo único que nos queda es tal vez disfrutar un poco de naturaleza, una flor o el mar o el amor o un buen tiempo con alguien que queremos o una rica comida u orgasmo. Nos queda ese placer, singular, momentáneo, elusivo, de las pequeñas cosas. O la lucha de aquellos que van contra esos poderosos, haciendo historia. Esa lucha de nunca acabar que siempre termina mal.

La cuestión sería: sigo disfrutando esas cosas pequeñas, dejando que los malos hagan, o me uno a aquellos que tratan de cambiar todo?

Sigo estúpidamente creyendo o uso el resto de mi vida para dejar una huella en la lucha imposible de ganar?

Nuevo yo

Setiembre puede ser un buen mes para el cambio, para el inicio de algo. Muchas revoluciones en setiembre y primavera en el hemisferio sur. Podrían decirse buenas cosas de octubre o de noviembre y es cierto que cualquier mes es bueno para un cambio pero bueno, algo ha ocurrido en mi cabeza y es que pienso darle un poco de vida a este blog al menos haciendo algo: escribiendo. Y escribiendo sin esperar grandes cosas o tratando simplemente de dejar que mis dedos fluyan sobre el teclado en lugar de enloquecerme con tantas cosas e ideas tan apretadas en mi cabeza que finalmente, como multitudes agolpadas en una salida, finalmente no dejan que nadie salga.

Y una buena manera es ir arrojando al teclado una al menos de tantas ideas o vivencias o cosas que pueblan por ahora mi atribulado cerebro. Trataré de recordar lo mejor posible las palabras del castellano que fui perdiendo después de veinte años hablando inglés, trabajando en inglés y mamando una cultura que no es la mía pero que de alguna manera me ha ido formando. Trataré de liberarme de la crisálida de esa cultura y, quién sabe, tal vez vuelva a ser el que era, en parte, o logre una síntesis de aquél y el que soy. Seré un nuevo yo. O sea, soy un nuevo yo, pero intentaré descubrirlo. Ese nuevo yo está lleno de facetas y vivencias. Se bañó por años en las aguas argentinas del Sur, en la pobreza de la Argentina y fue saliendo poco a poco de ella, de la violencia, de los complejos y las luchas, de la política y el engaño, de los amores fugaces, las aventuras eróticas y los vinos mendocinos, del agua helada de la montaña y de la risa fácil de los cordobeses. De tantas y tantas experiencias comenzó a caminar los calores de esa provincia insoportable que es Texas, el país que nunca pudo ser, se bañó con el sudor de las tardes del Golfo de México, de los acentos mexicanos, portorriqueños y colombianos. Ese cerebro lasherino se codeó con el inglés texano y soportó el cambio brusco de un fútbol a un «soccer» y a insoportables e inentnedibles juegos de «baseball».

Tanto y tanto para contar y tanto para develar de ese nuevo yo. Cada día, idea a idea…

Panquehua

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Tarde de felicidad eterna.

Domingo. Tarde de sol. Se suben a la moto…Papa conduce, quièn sabe dónde. Es domingo en familia, como casi nunca pasa. Y ahí llegan. Y papá los trajo uno a uno. Porque es una moto pequeña y es todo lo que tienen. Y paran cerca de la ruta por donde todos pasan. Allà por Panquehua, llegando a Villavicencio. Y papá saca una pelota de goma…y juegan. Y la pelota rebota, y va y vuelve. Y papá la patea torpemente solo para hacerme feliz. Y yo soy feliz porque juego con mi papá. Por última y única vez. Y la tarde cae, y comen un asado mal asado, y rien. Y el tiempo se detiene, porque ya es parte del recuerdo. Y podrà ser revivido infinitas veces. Porque quedó en la memoria. Porque no se volviò a repetir. Y ese sol es eterno…esa tarde de quién sabe cuándo…cincuenta años atrás, pero siempre en el recuerdo. Y la moto está ahi, esperando para volver, tirada, gris, con asientos negros, con las bujías recién cambiadas. Finalmente, la tarde cae, y muere el domingo, y papá nos trae uno a uno. Y ese domingo sí muere, pero renace cada vez. En realidad, nunca terminó porque fue un domingo feliz. Tal vez el único.

Malditas nubes…

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Malditas nubes…nunca vinieron…

Enero. Verano. Calor. Sol. Eran sus enemigos. Nada de vacaciones ni placer. Solo el calor, el aburrimiento y la torridez. El tiempo interminable, eterno. La mirada hacia las montañas con la esperanza de que esas nubes a lo lejos crecieran y se hicieran tormenta trayendo el refresco necesario, deseado. Pero día tras día, tarde tras tarde, esas nubes putas aparecían y se bamboleaban, lentas, ignorantes de los ojos deseosos, crueles, se rendían al sol y al calor, para el placer de otros pero no de él. Su juventud y deseos de salir, gozar, saltar sobre el agua quedaban aplastados, enjaulados. Alguna vez esas malditas nubes crecían, lenta y perezosamente, tapaban el sol y creaban un nublado perfecto. Pero nunca trajeron lluvia las malditas, para hacer esos veranos mas miserables, dolorosos y putos. Fueron varios largos veranos, horas, días, semanas, y meses perdidos de la vida, que dejaron huella, rabia, frustración, impotencia, debilidad pero también crearon resistencia, paciencia, resignación; virtudes del que aguanta, del débil, despojado o desafortunado pero que se transforman en violencia en los momentos menos indicados. Asi fueron esos veranos…dejaron su marca en esa alma sufriente, despojada y maldita. Alguna maldicion lo abrumada… alguien o algo lo habia determinado así…como alguien o algo determinan que algo saldrá bien o algo saldrá mal. Como aquella vez que osó salir un verano, conocer aquella bella rubia en ese espejo de agua, aquella única tarde, cuando ella le dijo que le gustaba y él, apesadumbrado, abrumado por tantas tardes de espera y dolor y paciencia, no dijo nada…y la dejó ir  a los brazos de aquel flaco de mierda que la besó…en medio de aquel puente…aquél día de sol…irrecuperable…

Llamas y brasas

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Los recuerdos me alcanzan y no me dejan.

Mi hijo ya no está. Quedan los lugares por donde pasó, por donde anduvimos, por donde compartimos momentos buenos, malos y terribles. Recorro esos lugares y los recuerdos vuelven, como fantasmas agitándose y tratando de alcanzarme, como brasas que se alejan del fuego y se mueven con el viento. Los sonidos también vuelven, los gritos o ruidos. Ahora ya no está. Está lejos, está vivo…pero lejos. Solo quedaron aquí las ruinas, los despojos de un pasado compartido. Como una casa en escombros después de un terremoto. No quedan casi buenos recuerdos, solo temblores y terremotos. Discusiones, peleas, llantos imborrables, profundos y estruendosos. Recuerdo la última vez que lo ví en la casa, dejándola, parado al lado de la puerta, con una taza con vino, preguntándome:–Qué, vos no tenés tus demonios? Y como lo perseguimos, hasta que se perdió. Y paso por la entrada de mi casa y lo recuerdo gritándome insultos o amenazas o cuando me dijo que se iba a suicidar en dos meses. Y recorro un parque donde sé que durmió y busco en los bancos por si escribió algo en alguna de esas noches de vagabundo. Recorro lugares llenos de fantasmas, imaginando que esos que veo tal vez compartieron una historia con él y me la cuentan. Camino lugares que seguro recorrió en soledad y lloró a los gritos, sin consuelo. Recuerdo cuando lo alcancé bajo la lluvia fría y le ofrecí venir y no quiso y me aceptó la hamburguesa que le compré y lo ví irse caminando y perderse a lo lejos mientras yo lloraba a los gritos. Recuerdo cuando lo dejé en ese lugar de albergue de vagabundos con un poco de dinero, o cuando lo fui a ver a un McDonalds donde estaba hecho un estropajo muerto de hambre esperando que le compre algo. Recuerdo algunos abrazos fuertes al dejarlo en algunos lugares. Recuerdo tantas, tantas cosas y tantos, tantos lugares. Los lugares están como malditos, maldecidos. Y esos recuerdos no se van, aunque ahora el presente sea mejor para él, aunque esté lejos. Esos recuerdos me horadan la cabeza y no me dejan pensar ni vivir. Debo irme, alejarme, dejar estos lugares maldecidos y tal vez los fantasmas, las llamas, las brasas ya no se levanten y me dejen en paz.

Preparado

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Preparado para lo increíble.

Hoy dormí una larga siesta. Mi cuerpo estaba extenuado, al igual que mi mente. Soñé mucho y pude recordar (aún recuerdo, lo que es raro) el sueño que tuve casi en su totalidad. Al despertar, me costaba saber dónde estaba y cuándo estaba. Esa sensación de estar despierto pero a la vez suspendido en el tiempo y el espacio. Poco a poco, recordando y repasando ese sueño, sumido en el goce de ese proceso, fui volviendo a la realidad, como quien se recupera de una borrachera. Afuera llovía y la cama resultaba el mejor lugar donde estar. De repente, veo algo cerca de la cama, algo que se había deslizado de uno de esos libros que traigo a la cama y nunca leo. Una foto, un recuerdo, caras jóvenes y lugares pasados. Me veo junto a mi esposa, alzando a mi hija recien bautizada, hace ya 28 años, bajo el sol mendocino, con el fondo de la Casa de Gobierno. Me pregunto vagamente, sin recordar, qué hacíamos allí sin encontrar la respuesta ni insistir mucho buscándola. Pienso en todas las cosas que han pasado desde ese momento y siento que si alguien se hubiera acercado a mí en ese momento y me hubiera contado brevemente sobre mi futuro, me hubiera reído de ese alguien y lo hubiera tomado como un loco. Así es la vida, una locura, una sucesión de cosas que hacemos y que nos pasan y que si supiéramos que ocurrirán probablemente nos paralizaríamos.

Debo estar preparado para lo que viene que, seguramente, sera increíble.

Patquía

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Llegada al planeta Patquia

El ómnibus llegó,como tantas otras veces, de noche. Luego de viajar en la total oscuridad, las luces fueron apareciendo, a lo lejos. Luces de un poblado fantasmal. Luces mortecinas algunas y casitas desparramadas, que iban apareciendo, de tanto en tanto, hasta que, en medio del tierral, en un gran descampado, algo que parecía una terminal, un negocio cerrado, pegado a algo asi como un comedor-bar, nos recibía. A veces había otro micro ahí parado, a veces nada. Patquía se llamaba. Un lugar fantasma que, por cosas del destino era un punto de paso de ómnibus que iban a todas partes. Un pueblo que si no fuera por esa condicion geográfica, estaría mas muerto de lo que estaba. Me bajaba, anticipando las sensaciones.  Ahí, en medio de la nada, el paisaje se formaba con algunos perros vagabundos oliendo y buscando algo para comer, luces que salían del comedor-bar que usualmente se llenaba de comensales para ver a Tinelli, único programa tal vez que llegaba por el canal de aire en un televisorcito de morondanga. El olor a fritanga y comida salía por alguna parte. Algunos jóvenes andaban por ahí tal vez entreteniéndose con los pasajeros que bajaban cada tanto de esos ómnibus. Algunos vagabundeaban tal vez esperando que alguien les diera algo. Ahí se mezclaban los lugareños, tipos de traje y corbata y mujeres con niños llorando.

Ahí yo esperaba, en ese lugar perdido, sin horario, sin tiempo, algún micro que me llevara a casa durante la noche. Con suerte hasta Mendoza, con menos suerte hasta San Juan. A veces, me quedaba en ese infinito oscuro y grotesco horas y horas. A veces, sólo minutos ya que el azaroso ir y venir de ómnibus jugaba con mi suerte. Quien no ha estado en Patquía no conoce esa sensación de infinito y eternidad, donde el tiempo está detenido. Durante dos años llegué a ese lugar, una vez por mes, y cada vez, el lugar era el mismo, sin cambios, parado. Era volver al infinito y a la nada. Mi tiempo se detenía y era el deja-vu perfecto. Las mismas luces, el mismo boliche, el mismo programa y las mismas personas, ya que las caras de los desconocidos son todas iguales.

A veces caminaba por ahí, no yéndome muy lejos ya que el micro salvador podía llegar en cualquier momento, y solo encontraba negrura y la nada. El lugar era como estar suspendido en un planeta en medio del universo. Una estación planetaria de la que sólo se podía salir en una nave espacial. Tenía la sensación de estar caminando en una esfera, en un planeta enano, parecido a aquel del Principito, ya que alejarse del boliche iluminado, me llevaba como a un precipicio.

El planeta Patquía me esperaba y las sensaciones eran intensas, profundas, inigualables. Ni Venecia ni Milan ni New York se le comparan. Patquía era única e inigualable, real, grotesca, temible y amable al mismo tiempo; verdadera. Y por todo eso, fantástica.

 

 

Nuestro yo verdadero y oculto

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Nos sacamos la máscara por muy poco tiempo…

Muchos libros que leí me enseñaron cosas, a pesar de que la experiencia es el mejor maestro. Recuerdo uno de Jose Ingenieros sobre la simulación en la lucha por la vida que leí hace tanto tiempo.  En tiempos de conexiones inalámbricas, wi-fi, instagram, You-tube, facebook y tantas otras formas de comunicarse, los espacios de sinceridad y verdad han disminuido increíblemente y viene a mi mente aquel librito sencillo pero tan acertado.

Ya sabemos que lo que vemos de lo demás es mentira, así como es mentira lo que mostramos de nosotros. Los verdaderos yos están totalmente ocultos y es difícil conocer realmente a las personas. Saludamos, sonreímos, contamos las historias o partes de las historias que queremos, mentimos a nuestros jefes y subordinados, familia y amigos. La mentira y simulación, a la manera de los camaleones y otros animales que se esconden o se confunden con lo que los rodea, son la clave de la supervivencia.

Lo único que nos queda son esos espacios de verdad, aquellos que contamos a nuestros sicólogos (en parte), o cuando las emociones fuertes nos toman. Las grandes alegrías o euforias o los grandes dolores, las reacciones violentas o emocionales. Los atisbos de realidad que mostramos o muestran las personas en esos momentos límite. Algunos ni eso muestran. Digamos que hay algo así como un 10% que puede llegarse a descubrir de los otros o, puesto de otra manera, en nuestra relación con los otros, hay un 10% del tiempo en que somos nosotros mismos y los demás son quien en realidad son.

En esos momentos mágicos, donde nos revelamos como somos y nos revelan los demás como son, podemos morir, emocionarnos, sentir el amor o el verdadero dolor, alcanzar la plenitud y la inmortalidad. Son los momentos de total integración y emoción, donde somos realmente humanos, nos damos el lujo de llorar o reir a pleno, ser débiles o fuertes, violentos o lujuriosos u honestos. Luego, durante el 90% restante volvemos a la normalidad, a trabajar, a seguir simulando para poder sobrevivir, ahora, con mayor prolijidad, con mayor profundidad, con la ayuda inmejorable de facebook, instagram, you-tube y otras yerbas, que ayudan a ocultar, tapar, disimular aún más ese yo casi inalcanzable. Ya podemos incluso crear yos alternativos y virtuales que viven en esos ciberespacios solo poblados por fotos, imágenes, movimientos y paisajes tan irreales como sus dueños.